SÍ A LA NAVIDAD

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

 

 

 

Maldecir la oscuridad es una maldad inútil, encender una cerilla para iluminarla es una bendición divina.

Desde la pantalla de la televisión, convertida en el gran predicador de este tiempo, todas las firmas comerciales nos desean unas Felices Fiestas y una Feliz Navidad. Hasta Martin Scorsese nos ofrece la esencia de la Navidad y nos entrega "la llave" de la alegría navideña en su último film "Freixenet".

En Navidad las balas callan, los enemigos se saludan y la palabra Paz resuena por el universo entero.

Hasta los no religiosos, contagiados por el perfume ambiental, suavizan sus aristas y viven una catarsis placentera.

Los ausentes y los lejanos suspiran y sueñan y cantan "I’ll be home for Christmas, if only in my dreams".

Es la añoranza del seno materno del que mejor hubiera sido no haber salido, de los primeros besos nunca por nadie superados, de la magia del nido infantil al que todos deseamos volver aunque sólo sea en nuestros más oscuros sueños.

Y en medio de este caos, cada año mejor organizado, alguien enciende una cerilla para iluminarlo y darle sentido.

Sí a la Navidad a pesar de la oscuridad apocalíptica de los que la maldicen y les agobia tanto que esperan al 7 de enero para ver la luz.

Sí a la Navidad que nos envuelve con sus luces y sus promesas imposibles. De nada sirve querer huir a una estación espacial, allí también se celebra. Sólo en Arabia Saudita, catacumbas cristianas del siglo XXI, te verías libre de una Navidad imposible de ignorar.

Sí a la Navidad, cerilla encendida para iluminar nuestras densas tinieblas.

Sí a la Navidad porque un niño sin partida de nacimiento, sin padre, de un pueblo "del que no puede salir nada bueno", sin estudios de la ESO, y nacido hace más de 2000 años todavía sigue intrigando al mundo.

Todavía seguimos celebrando, profana y religiosamente, el nacimiento de Jesús de Nazaret.

Todavía sigue siendo para los niños ocasión de abrir grandes ojos ante un niño Jesús de escayola y ante un niño Jesús de carne y hueso como la suya.

Sí a la Navidad. Sí a la luz y a la Paz.

Sí al Amor que nos remite al Amor Primero, al de Dios, al de nuestra pequeña familia y al de la gran familia humana