UNA ENCUESTA QUE NO MIENTE

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

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Sólo cuando uno ha sufrido la competencia desleal y proselitista de doce iglesias protestantes junto a la suya y cuando ha predicado en las esquinas, -comprábamos una esquina para Cristo y durante unas horas expulsábamos a los vendedores de drogas-, sólo entonces se valora de verdad la Biblia y el poder de la Palabra y las palabras.

Mis alusiones a la Biblia en estas crónicas han sido numerosas.

El jugo de la espiritualidad cristiana, creo yo, no está en los catecismos ni en los textos de religión, contenidos intelectuales a memorizar y anemia del alma, el jugo está en la Biblia.

La encuesta patrocinada por la Federación Bíblica Católica y realizado por GEK-Eurisko ni miente ni me enseña nada nuevo.

Que los católicos europeos y especialmente los españoles no han descubierto la Biblia como literatura, como fuente de espiritualidad, como vínculo de comunión con el Otro, como antídoto contra la literatura basura, como vitaminas de libertad y felicidad, como…ya lo sabía.

Ningún libro se le puede comparar en traducciones, difusión y ventas. Los libros regalados, muchas veces, terminan almacenando polvo en las estanterías.

La encuesta se hizo en ocho países europeos: Inglaterra, Italia, Francia, Alemania, España, Holanda, Polonia y Rusia, además de Estados Unidos.

Trece mil personas respondieron a una serie de preguntas; sus ecos mortecinos se oirán en el Sínodo de los Obispos a celebrar en el mes de octubre en Roma.

El Concilio Vaticano II no logró, a pesar de sus muchas y apasionadas exhortaciones a leer la Biblia, sacar a los católicos de sus rutinarias tradiciones y uncirlos a los dos Testamentos.

Mucho me temo que las nuevas y sabias disquisiciones de los Obispos sobre "la Palabra de Dios en la vida y la Misión de la Iglesia" corran el mismo destino.

Dice la encuesta que durante los últimos doce meses tres de cada cuatro americanos han leído la Biblia. Los españoles, los últimos de la fila, sólo el 20% la han sacado de la estantería. En 93 casas americanas de cada 100 hay una Biblia, en Europa no llegamos al 50%.

Ser católico practicante lo asociamos a ir a misa el domingo, pero ni se nos ocurre pensar que ser "practicante" exige también leer, orar y conversar con el Otro en la meditación tranquila de la Palabra.

El contacto diario y personal con la Palabra que tiene poder para construirme y orientar mis pasos es indispensable.

Cuando uno está enamorado no vomita versos de Vicente Aleixandre o de Neruda a su amada. El amante verdadero siempre es poeta y sabe decir lo que siente mejor que nadie. No necesita un préstamo de versos o palabras.

Los católicos nos sentimos seguros con las oraciones memorizadas y nos aterra expresar nuestro amor con nuestras palabras. Somos fríos y nos falta la emoción y el entusiasmo que brota de cada página del Libro.

"Bésame con los besos de tu boca que mejor que el vino son tus amores" balbucea el amante del Cantar de los Cantares.

Dice la encuesta que la Biblia es un libro difícil. Lo es, pero también lo es el Ulysses de James Joyce y no por eso deja de ser la mejor novela del siglo XX.

"A mucha gente le molestan los pasajes de la Biblia que no entienden, a mí me molestan los que sí entiendo", dice acertadamente Mark Twain.

Pasar de una fe, herencia caprichosa y aleatoria, a una fe interiorizada y personalizada exige dar hospedaje a la Palabra y al que es la Palabra, a Jesucristo.