VIAJE AL "CONTINENTE DE LA ESPERANZA"

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.

 

 

Supongamos que hablo de Brasil.

Este nuevo coloso es noticia anualmente por sus procesiones carnavaleras, exaltación de la fiesta y liberación de la carne a ritmo caliente y frenético de samba.

Estos días Brasil ha sido noticia religiosa por haber hospedado a Benedicto XVI, pastor de los ciento cuarenta millones de Brasileiros que se consideran católicos.

El viaje al "Continente de la Esperanza" se inició en medio de una gran turbulencia aérea.

En el vocabulario básico del cristiano hay palabras: excomunión, anatema, limbo, novísimos…que duermen en el "cementerio de palabras ilustres".

A una pregunta sobre la ley del aborto, aprobada recientemente en Méjico, Benedicto XVI despertó la palabra "excomunión" en que podían incurrir los legisladores ya que "está contemplada en el derecho canónico de la iglesia".

Los periodistas se abrocharon los cinturones.

La Iglesia, más pastoral, ha dejado de amenazar para bendecir y acoger, pero ciertos hábitos difícilmente mueren.

Vivimos en un mundo multicultural en el que viajan las ideas, las modas, las imágenes del día y también las religiones. Como los consumidores van en busca de la última oferta de los supermercados, ¿por qué no mercadear con la última oferta religiosa exhibida en el amplísimo mercado de las religiones?

¿Ha perdido la Iglesia católica la capacidad de seducir?

Veinticuatro millones de Brasileiros, sangrante hemorragia, éxodo bíblico, han buscado aguas más calientes y más inspiradoras que las aguas frías y dogmáticas de la Iglesia católica.

Son los pobres, los sin tierra, los negros, los mestizos, los que viven en la periferia, los que han emigrado a las iglesias pentecostales y evangélicas.

Su presencia en estos barrios, tierra de nadie, es un pararrayos celestial.

Su culto, amasijo de palabras sencillas e iluminadas, música viva y bailable, ofertas de curación, salud, éxito, prosperidad y éxtasis han seducido a estas masas abandonadas.

Benedicto XVI, conocedor del parón cardíaco de la religión, decía en uno de sus sabios discursos: "Un problema particular al que debéis hacer frente es ciertamente el de los católicos que han abandonado la vida de la Iglesia. Los que son más vulnerables al proselitismo agresivo de las sectas".

La religión es una seducción.

El hieratismo celebrativo, la rigidez dogmática, el énfasis obsesivo en el sexo, la música sacra, las palabras lejanas, no seducen a nadie, no exaltan a nadie. Y los trasvases son inevitables.

El movimiento carismático del P. Marcelo Rossi, criticado por unos y alabado por otros, más espontáneo, más creativo, con más fuego y más pasión ha atraído a muchos alejados a la Iglesia. Esto es verdad en Brasil, en Nueva York y en otros muchos países.

En este viaje Benedicto XVI les ha dado un santo, Frei Antonio de Sant’Anna Galvao. Todos los pueblos necesitan sus héroes, sus santos, que lleven sus apellidos y que hablen su lengua y tengan su mismo color.

Este santo marca también la diferencia con los evangélicos que no creen en el culto a los santos, idolatría católica, y es para nosotros necesario carné de identidad.

Benedicto XVI ha aparecido en múltiples escenarios y ha disertado sobre el aborto, la castidad, la familia, el marxismo y el capitalismo, el gap entre ricos y pobres y cómo la iglesia puede ser el mejor abogado de los pobres "porque no se identifica con la política ni con los intereses partidistas. El cristianismo no es una ideología política, ni un movimiento social, ni un sistema económico, es la fe en Dios amor, encarnado, muerto y resucitado en Jesucristo".

El "Continente de la Esperanza" tibiamente animado por la presencia y las palabras de Benedicto XVI permanecerá católico, a pesar del poder mediático de las otras iglesias, si la Iglesia, sin renunciar a las pocas cosas que son esenciales, cambia de marcha y se encarna con pasión y palabras nuevas en el mundo de los pobres, hoy territorio de los protestantes.
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