HACER EL AMOR Y VIVIR EN EL AMOR

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

San Valentín como tantas fiestas religiosas ha terminado en mercancía de los grandes almacenes, muchos anuncios y poca imaginación. Día de rebajas, día en que los enamorados ponen un precio al amor.

“Practique la elegancia social del regalo” recomendaba el Corte Inglés.

Todo es invitación a regalar. Pocos invitan a regalarse, a darse.

El esposo de Charla Muller cumplía 40 años y ésta pensaba en el regalo perfecto que le iba a ofrecer.

¿Qué podía comprar que no tuviera y que le hiciera hondamente feliz?

No encontró el regalo perfecto en ninguna tienda, pero lo encontró dentro de sí.

Le ofreceré 365 noches de amor. Sexo. Cada día del año. Le convertiré en mi compañero de equipo. Jugaremos todas las noches del año. Sexo bueno o mediocre, lento o rápido, pero necesario para alimentar la comunicación, la intimidad y la llama de la primera vez.

En su libro: “365 noches. Memoria de intimidad” Charla testimonia su experiencia de cómo juntos vivieron el gran regalo.

Para San Valentín si su imaginación o sus fuerzas no dan para tanto, propóngase doblar la dosis de amor.

Hacer el amor más que una necesidad fisiológica es una llamada profunda y divina a vivir en y para el amor.

No tenemos miedo al dios Eros, al sexo, sí tenemos miedo al Dios amor, a vivir el amor, el gran banquete del cuerpo y del espíritu y a experimentar el cielo en la tierra.

“Si no tengo amor no soy nada” fanfarronea San Pablo.

El amor sacrificial, liberado de todo egoísmo, que valora la persona amada, que dialoga, que escucha y perdona las heridas del trajín cotidiano no es cosa de niños sino de adultos.

Dicen que sólo somos jóvenes una vez en la vida, pero podemos ser inmaduros durante toda la vida.

Los inmaduros hacen el amor, instinto animal incurable; los maduros viven en el amor como donación gratuita. Los inmaduros viven en la blasfemia del “yo”, del “mío, mío”, no conocen el “nosotros”, el “nuestro”; los maduros, si existe alguno en este planeta metalizado, se regalan, se dan en el nosotros y punto.

Los humanos, cóctel de ángeles y de bestias, de amores y de odios, somos convocados día tras día a hacer el amor y a vivir en el amor los 365 días del año.

El amor verdadero, las cenizas que quedan cuando todo ha ardido, no tiene fin porque el “amor es más fuerte que la muerte”.