Y  EL  PAPA  HABLÓ

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.. 

.  

 

"Un Dios en cuyo nombre no se mata no es Dios" escribe Ciorán en alguno de sus libros. Aforismo que resume el ingrediente tiránico del monoteísmo y la intransigencia innata de sus fanáticos adoradores.

Los intelectuales no sublevan a las masas desde sus cátedras. Sus ideas almacenan polvo en las aulas o en las revistas científicas y no despiertan el apetito de casi nadie. La mayoría consume productos light o rosa.

Un intelectual, un profesor, Benedicto XVI habló en la universidad de Ratisbona y el eco de su voz ha resonado por todos los valles del planeta. Eco más escatológico que consolador. Pero sería justo y necesario que las ideas de todos los hombres pensantes nos salpicaran a todos.

Benedicto XVI, en un dies academicus, dictó una lección magistral. Recordó que, en sus tiempos de profesor, las dos facultades de teología de la universidad eran parte del todo de la universitas scientiarum y que "interrogarse sobre Dios por medio de la razón es necesario y razonable".

En esta zarza ardiente de la fe y la fría razón, la tentación de la erudición consiste en citar citas que pueden apoyar el discurso o nublarlo y matarlo.

Benedicto XVI desenterró los huesos de un emperador bizantino y, oh desatino, el aire vibró con el solo aroma de la cita.

La reverencia del Profeta Mahoma no es negociable y el insulto es peor que la blasfemia, venga de donde venga.

¿Era necesaria la cita de la discordia?

No, si de describir el proceso de la fe cristiana se trataba. La fides quaerens intellectum viene de muy lejos.

Sí y más que necesaria para describir la irracionalidad de la fe musulmana. Cita miope que ignora las múltiples teologías y geografías del Islam.

La cita del Paleólogo es externa, interesada y amenazada. Para hablar de mi fe no recurro a citas de mis enemigos que no me entienden y desprecian. "Tu verdad no. La verdad vamos a buscarla juntos. La tuya, guárdatela".

Juan Pablo II, viajero y diplomático, inauguró en Asís el día de oración con los líderes religiosos del mundo. Judíos, musulmanes, budistas, luteranos…unidos, no por la fría razón, sino por el único cordón umbilical de la oración que nos ata a Dios. Fue el Papa del diálogo religioso. Mantuvo más de 60 encuentros con los musulmanes y, en 2001, entró por primera vez en una mezquita de Siria. Era la paloma viajera con la ramita de olivo.

Benedicto XVI, más halcón que paloma, no quiere diálogo, quiere reciprocidad. Ve con asombro, en su Roma, la sombra de la mayor mezquita de Europa, construida con dinero de Arabia Saudí y ve las iglesias diezmadas y ve las mezquitas multiplicándose y llenas de fervor varonil.

¿Quién no temblará?

Y constata que los católicos en los países árabes tienen que vivir la fe en las catacumbas, sin poder abrir iglesias y practicar la fe en libertad. Y quiere reciprocidad.

Los hombres, creyentes o ateos, tienen que poder viajar por la autopista de la vida en libertad e igualdad.

A Pilatos cuando le pidieron que corrigiera su texto dijo: "Lo que escribí, escribí". No hubo segunda edición.

Benedicto XVI nos ha entregado ya cinco nuevas ediciones del texto corregido y aumentado.

Todos los días durante el mes de agosto, en mi camino a casa, pasaba por delante de una mezquita, siempre abierta, en la calle 11 y la Avenida A de Nueva York. Me detenía a charlar con los musulmanes y les preguntaba si podía entrar a orar. Me gustaban aquellas conversaciones amistosas, pero nunca llegué a entrar.

Hombres de todos los colores y con todo tipo de atuendos entraban y salían de la casa de oración.

Esos hombres cordiales y deseosos de conversación, los imagino, ahora, enojados y displicentes desde el día en que el Papa habló.
.